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Mostrando entradas de junio, 2020

Todo lo que asciende tiene que converger - Flannery O'Connor

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La imagen muestra como, hace tiempo, la segregación racial en Estados Unidos relegaba a la gente que no era blanca a la última fila de asientos en los autobuses — (© UP/Corbis/Bettman)     El médico había dicho a la madre de Julian que tenía que adelgazar diez kilos porque estaba alta de presión, así que los miércoles por la noche Julian tenía que llevarla en autobús al centro de la ciudad para que asistiera a su clase de adelgazamiento. La clase de adelgazamiento estaba destinada a mujeres mayores de cincuenta años que trabajaban y cuyo peso oscilaba entre los ochenta y los cien kilos. Su madre era de las más delgadas, pero le explicó que las señoras no revelaban su edad ni su peso. No estaba dispuesta a ir sola en autobús de noche desde que se admitía a los negros y, como la clase de adelgazamiento constituía uno de sus pocos placeres, era necesaria para su salud y gratis, dijo que lo menos que podía hacer Julian era llevarla, si se consideraba todo lo que ella había hecho

Felicidad clandestina - Clarice Lispector

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Archimboldo - El bibliotecario (1566) Ella era gorda, baja, pecosa y de pelo excesivamente crespo, medio amarillento. Tenía un busto enorme, mientras que todas nosotras todavía eramos chatas. Como si no fuese suficiente, por encima del pecho se llenaba de caramelos los dos bolsillos de la blusa. Pero poseía lo que a cualquier niña devoradora de historietas le habría gustado tener: un padre dueño de una librería. No lo aprovechaba mucho. Y nosotras todavía menos: incluso para los cumpleaños, en vez de un librito barato por lo menos, nos entregaba una postal de la tienda del padre. Encima siempre era un paisaje de Recife, la ciudad donde vivíamos, con sus puentes más que vistos. Detrás escribía con letra elaboradísima palabras como "fecha natalicio" y "recuerdos". Pero qué talento tenía para la crueldad. Mientras haciendo barullo chupaba caramelos, toda ella era pura venganza. Cómo nos debía odiar esa niña a nosotras, que éramos imperdonablemente monas, altas, de cabe